Los Santos Oficios - El Triduo Pascual

La segunda parte de la Semana Santa está constituida por el Triduo Pascual, que conmemora, paso a paso, los últimos acontecimientos de la vida de Jesús, desarrollados en tres días. 

Por eso, en estos días, celebramos los llamados Oficios Litúrgicos, que no es más que la acción litúrgica de la Pasión de Jesús. 

Originariamente, el triduo estaba formado por el Viernes y el Sábado santos como días de ayuno, lectura de la pasión y vigilia, junto al Domingo de Resurrección. Posteriormente, entre los siglos III y VIII se añadió el Jueves (en realidad era el último día de la cuaresma y tiempo para preparar el triduo). Entendido el triduo como un tiempo vital comunitario, o dicho de otro modo, la Cuaresma es en realidad un retiro de cuarenta días de preparación a la celebración de la Pascua. 

En la Pascua celebramos el memorial de la liberación salvadora (tránsito de Jesucristo de la muerte a la vida), mediante el cual recordamos el pasado, confesamos la presencia de Dios en el presente y anticipamos el futuro. Toda la vida de Cristo es una Pascua: Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre (Jn 16,28). La Pascua implica un proceso de transformación social y de cambio personal. 

La Pascua o Triduo Pascual es algo más que un mero recuerdo psicológico de los últimos días de Jesús o un aniversario de su muerte; es la celebración cristiana (sacramental y comunitaria) de la esencia del cristianismo. Es esperanza de vida plena, de amor total y de verdad completa, basados en el triunfo de Cristo sobre la muerte.  

El Jueves Santo 
El Triduo Pascual comienza con la misa vespertina de la Cena del Señor del Jueves Santo, día de reconciliación, memoria de la eucaristía y pórtico de la pasión. Se celebra lo que Jesús vivió en la cena de despedida: Cada vez que coméis de este pan y bebéis de esta copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que él vuelva (1 Cor 11,26). 

Hasta el siglo VII, el Jueves Santo fue día de reconciliación de pecadores públicos, sin vestigios de eucaristía vespertina. A partir del siglo VII se introducen en este días dos eucaristías: la matutina, para consagrar los óleos (necesarios en la vigilia) y la vespertina, conmemoración de la cena del Señor. En la eucaristía del Jueves Santo, la Iglesia revive la última cena de despedida de Jesús y celebra la caridad fraterna por medio de dos gestos: uno, testimonial (el lavatorio); el otro, sacramental (la eucaristía). Con la misa vespertina del jueves comienza actualmente el triduo. Todas las lecturas de este día evocan la entrega de Jesús. 

Actualmente, al haber declarado Cáritas el Jueves Santo como día del amor fraterno, tanto la institución de la eucaristía como la del sacerdocio, han pasado “a un segundo plano” y solo los que participan en los oficios litúrgicos se dan cuenta del misterio que entraña este día. La celebración de la tarde exige una preparación particular de la capilla o iglesia, dando un realce especial a la mesa. Se sitúan en el presbiterio los utensilios necesarios para el lavatorio, símbolo importante del Jueves Santo, y que sería bueno que participaran de él el mayor número posible de fieles. El “monumento” podría situarse en un sitio apropiado del templo, donde se celebrará la hora santa. Ésta puede hacerse bien el Jueves Santo por la noche o bien el Viernes Santo por la mañana. 

El Viernes Santo 
El Viernes se centra en el misterio de la cruz, instrumento de suplicio y de muerte, pero sinónimo de redención. En el hecho de la cruz se refleja el sufrimiento de Cristo, como el amor que se anonada, y el juicio de Dios, junto al pecado de la humanidad, presente en el anonadamiento de Jesús por Dios. Este día, denominado por los judíos parasceve (preparación), es hoy “celebración de la Pasión del Señor”. Jesús murió el 14 de Nisán judío, que aquel año fue viernes. 

La actual celebración del Viernes Santo es austera. Comienza con un rito inicial antiguo; la primera lectura, “Pasión según Isaías”. En la segunda lectura, el siervo es el sumo sacerdote que se entrega por los demás. El evangelio es el relato de la Pasión de San Juan, la cual puede leerse entre varios dividiéndose en cinco escenarios: huerto de los olivos, interrogatorio religioso, interrogatorio político, crucifixión y sepultura. 

La Vigilia Pascual La Vigilia Pascual es la celebración más importante del año, la culminación de la Semana Santa y el eje de toda la vida cristiana. Con todo, la resurrección de Jesús es dato básico de la confesión de fe, comunicación de nueva vida e inauguración de nuevas relaciones con Dios. Según la actual liturgia, el sábado es día de meditación y de reposo, de paz y de descanso, sin misa ni comunión, con el altar desnudo. 

Con la noche del sábado se inicia el tercer día del triduo. Según el misal, es noche de vela, constituida por una larga celebración de la palabra que acaba con la eucaristía. Se inicia el acto con una hoguera. El acto tiene cuatro partes: 
  • La liturgia de la luz: Con el fuego se enciende el cirio pascual y con éste se encienden las velas que portan los fieles, que entran en procesión en la iglesia. El cirio encendido evoca la resurrección de Cristo.
  • La liturgia de la palabra: Se describe la historia de la salvación. Las lecturas son del Génesis (creación), Éxodo (liberación de Egipto), Profetas (habrá una nueva liberación) y Evangelio (proclama de la resurrección). 
  • La liturgia del agua: Se desarrollo especialmente cuando hay bautismos (adultos generalmente). Se renuevan las promesas bautismales. 
La liturgia eucarística: Es la cumbre de la vigilia. Se prepara solemnemente el altar y toda clase de ofrendas. Tras la comunión, se acaba con un encuentro festivo. La eucaristía pascual anuncia solemnemente la muerte del Señor y proclama la resurrección en la espera de su venida. La Eucaristía Pascual En la eucaristía del Domingo de Resurrección se comenta la experiencia del triduo. Es promesa de la Pascual del universo, una vez cumplida la totalidad de la justicia que exige el reino. Todo está llamado a compartir la Pascua del Señor que, celebrada en comunidad, anticipa la reconciliación con Dios y la fraternidad universal.

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