¿Murió la Virgen María?

La Virgen murió a causa del ardoroso amor de Dios y del vehemente deseo y contemplación intensísima de las cosas celestiales
Pregunta: Reverendo Padre: la duda que tengo es acerca de la muerte de la Virgen María: ¿fue sólo una dormición?, ¿qué dice la doctrina de la Iglesia? Espero su respuesta. Gracias.

Para responder a su pregunta hay que distinguir entre “muerte” y “corrupción en el sepulcro”. La muerte es la separación del cuerpo y del alma; en cambio la corrupción del sepulcro es la resolución del cuerpo en polvo. Cristo murió, pero no conoció la corrupción del sepulcro, cumpliéndose lo del Salmo 15,10: “No permitirás que tu Santo vea la corrupción”.

¿Murió la Virgen?
El primero que parece dudar de esto fue San Epifanio, aunque, como él mismo dice, no se atreve a decir ni que sí ni que no. Ya en el siglo IV existía la tradición según la cual la Virgen no murió sino que subió a los cielos sin morir. Esta tradición ha tenido seguidores en diversos momentos de la historia eclesiástica.

Sin embargo, según G. Alastruey (“Tratado de la Virgen Santísima”, BAC, Madrid 1945, pp. 405 y siguientes), para sólo citar uno de los más relevantes mariólogos, la verdadera doctrina (que debe tenerse “como teológicamente ciertísima”) es que la Virgen María murió verdaderamente.

Esta es la sentencia más firme y que tiene el aval de una segura tradición tanto latina como griega, incluso con autores ortodoxos (San Agustín, San Juan Damasceno, San Andrés de Creta, San Juan de Tesalónica, Nicolás Cabasilas, etc.). En cuanto a San Epifanio, hay que tener en cuenta que no niega la muerte sino que solamente afirma que sobre esto nada dice la Escritura.

Lo mismo dice la tradición litúrgica. En el “Misal Romano” se leía en la Misa de la Asunción: “ya que la Madre de Dios salió de este mundo conforme a la condición de la carne mortal”. En el Misal actual no se menciona la muerte sino sólo la inmunidad de la corrupción en el sepulcro.

La palabra “dormición”, que se usa principalmente en la Iglesia griega no debe llevarnos a confusión pues significa la muerte de la Virgen María.

Las razones teológicas que se dan al respecto son:

1) Convenía que María, para conformarse con su Hijo, padeciera la muerte, y así por la muerte pasara a la gloria, a fin de que no pareciera de mejor condición la Madre que el Hijo.

2) La verdad de la Encarnación se corrobora más por la muerte de María; pues si convenía que Cristo muriera para confirmar la fe de la Encarnación, y así no se dudara de que era hombre verdadero, igualmente convenía que muriera su madre, para que no se pensase que había nacido de mujer inmortal.

3) Además la Virgen fue constituida por Dios cooperadora en la obra de la Redención humana. Mas porque la obra de la redención del género humano se llevó a cabo por la muerte de Cristo, así convenía que la Virgen se asociara a su muerte.

4) Como dice San Pedro Canisio: para consuelo nuestro cuando nos toque el duro trance de la nuestra muerte.

¿De qué género de muerte murió la Virgen Santísima?
La Virgen no murió ni por martirio ni por muerte violenta; tampoco de enfermedad o vejez. Los teólogos afirman comúnmente que la Virgen murió a causa del ardoroso amor de Dios y del vehemente deseo y contemplación intensísima de las cosas celestiales. Así lo sostuvieron San Jerónimo, el abad Guerrico, San Alberto Magno, Dionisio el Cartujano, Santo Tomás de Villanueva, Bossuet, etc.

En cambio, la Virgen María no estuvo sujeta a la corrupción del sepulcro. Esto es tradición unánime de la Iglesia. San Andrés de Creta dice:
“Como no se corrompió el útero de la que dio a luz, así ni la carne de la que murió... El parto eludió la corrupción, y el sepulcro no admitió la extrema corrupción de la muerte”. Y Santo Tomás de Villanueva: “No es justo que sufra corrupción aquel cuerpo que no estuvo sujeto a ninguna concupiscencia”.


P. Miguel Ángel Fuentes

Sacerdote húngaro en patineta se convierte en éxito en YouTube

BUDAPEST (Reuters) - Un sacerdote católico de Hungría se ha convertido en un éxito en el sitio de videos YouTube por su inusual método de predicar sobre ruedas. 

El reverendo Zoltan Lendvai, de 45 años, quien reside y predica en Redics, una pequeña localidad en la frontera húngara con Eslovenia, cree que la patineta puede abrir el camino hacia Dios para los jóvenes. 

El video del sacerdote, Funny Priest Skateboarding, ha sido visto hasta ahora casi 170.000 veces y tiene también una versión musical. Lendvai dice que sigue los pasos de San Juan Bosco, el sacerdote y educador italiano del siglo XIX quien se dedicó a mejorar la vida de jóvenes pobres y utilizó juegos como parte de su educación. 

"He sentido muchas veces que esta es la manera en la que puedo acercar un poco más a la gente a Jesús", dijo el sacerdote a Reuters. 

El religioso aprendió a andar en patineta a los 14 años en la escuela y se dio cuenta del impacto que podría tener el deporte en los jóvenes cuando era sacerdote en el pueblo de Kormend, en el noroeste del país. 

Lendvai dijo que tres jóvenes de entre 16 y 18 años, quienes nunca habían asistido a la iglesia, comenzaron a ir regularmente luego de que el sacerdote les mostró un par de trucos para la patineta. 

Su primera patineta tenía el escudo de armas papal y desde entonces entregó seis a los jóvenes de su parroquia. 

(Reporte de Krisztina Than; Editado en español por Patricia Avila)

No olvidemos a nuestros sacerdotes

Cuando se piensa que Nuestro Señor Jesucristo en la última Cena realizó un milagro más grande que la creación del Universo con todos sus esplendores y fue el convertir el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre para alimentar al mundo, y que este portento, ante el cual se arrodillan los ángeles y los hombres, puede repetirlo cada día un sacerdote.
Cuando se piensa en el otro milagro que solamente un sacerdote puede realizar: perdonar los pecados y que lo que él ata en el fondo de su humilde confesionario, Dios obligado por su propia palabra, lo ata en el cielo, y lo que él desata, en el mismo instante lo desata Dios.

Cuando se piensa que la humanidad se ha redimido y que el mundo subsiste porque hay hombres y mujeres que se alimentan cada día de ese Cuerpo y de esa Sangre redentora que sólo un sacerdote puede realizar.

Cuando se piensa que el mundo moriría de la peor hambre si llegara a faltarle ese poquito de pan y ese poquito de vino.

Cuando se piensa que eso puede ocurrir, porque están faltando las vocaciones sacerdotales; y que cuando eso ocurra se conmoverán los cielos y estallará la Tierra, como si la mano de Dios hubiera dejado de sostenerla; y las gentes gritarán de hambre y de angustia, y pedirán ese pan, y no habrá quien se los dé; y pedirán la absolución de sus culpas, y no habrá quien las absuelva.

Cuando se piensa que un sacerdote hace más falta que un rey, más que un militar, más que un banquero, más que un médico, más que un maestro, porque él puede reemplazar a todos y ninguno puede reemplazarlo a él.

Cuando se piensa que un sacerdote cuando celebra en el altar tiene una dignidad infinitamente mayor que un rey; y que no es ni un símbolo, ni siquiera un embajador de Cristo, sino que es Cristo mismo que está allí repitiendo el mayor milagro de Dios.

Cuando se piensa todo esto, uno comprende la inmensa necesidad de fomentar las vocaciones sacerdotales.

Uno comprende el afán con que en tiempos antiguos, cada familia ansiaba que de su seno brotase, como una vara de nardo, una vocación sacerdotal.

Uno comprende el inmenso respeto que los pueblos tenían por los sacerdotes, lo que se refleja en las leyes.

Uno comprende que el peor crimen que puede cometer alguien es impedir o desalentar una vocación.

Uno comprende que provocar una apostasía es ser como Judas y vender a Cristo de nuevo.

Uno comprende que si un padre o una madre obstruyen la vocación sacerdotal de un hijo, es como si renunciaran a un título de nobleza incomparable.

Uno comprende que más que una Iglesia, y más que una escuela, y más que un hospital, es un seminario o un noviciado.

Uno comprende que dar para construir o mantener un seminario o un noviciado es multiplicar los nacimientos del Redentor.

Uno comprende que dar para costear los estudios de un joven seminarista o de un novicio, es allanar el camino por donde ha de llegar al altar un hombre que durante media hora, cada día, será mucho más que todas las dignidades de la tierra y que todos los santos del cielo, pues será Cristo mismo, sacrificando su Cuerpo y su Sangre, para alimentar al mundo.

Por todo esto y más, no olvidemos a nuestros sacerdotes



Ponchilelo

Los Wemmicks eran gente pequeña hechas de madera. Todos estaban tallados por un artesano llamado Elí. Su taller formaba parte de una colina con vista a la villa. Cada wemmick era diferente. Unos tenían grandes narices, otros grandes ojos. Algunos eran altos y otros bajitos. Algunos usaban sombreros, otros abrigos. Pero todos eran construidos por el mismo artesano y vivían en una preciosa villa.
Todos los días, cada día, los wemmicks realizaban la misma tarea: se regalaban etiquetas unos a otros. Cada wemmick tenía una caja de etiquetas de estrellas doradas y una caja de etiquetas de puntos grises.

Al subir y bajar por las calles de la preciosa villa, la gente empleaba su tiempo en pegarse etiquetas de doradas estrellas o de puntos grises, unos a otros.
Los más hermosos, aquellos construidos con madera pulida y hermosos colores, siempre obtenían estrellas. Pero si la madera estaba áspera o la pintura desconchada, los wemmick pegaban etiquetas grises sobre ellas.

También los talentosos obtenían estrellas. Algunos podías levantar grandes garrotes sobre sus cabezas o saltar sobre cajas altísimas. Otros sabían decir bellas palabras o podían cantar canciones hermosas. Todo el mundo les otorgaba estrellas. Algunos estaban totalmente cubiertos de estrellas. Cada vez que ellos obtenían una estrella, ¡los hacía sentirse tan bien! Esto los estimulaba a querer hacer algo más para alcanzar otra estrella.

Sin embargo, otros, hacían algunas cosas que a los demás no les agradaba, y obtenían puntos grises.

Ponchinelo era uno de esos. Él trataba de saltar como los demás, pero siempre caía. Cuando caía, los demás hacían una rueda alrededor de él y le daban puntos grises.
Algunas veces al caerse, su madera se raspaba, así que sus vecinos le daban más puntos grises. Entonces, cuando trataba de explicar la causa de su caída, de sus labios salía alguna tontería y los wemmicks le daban más puntos grises.

Después de un tiempo. Ponchinelo tuvo tantos puntos grises feos que no quería salir a la calle. Tenía mucho miedo de hacer algo estúpido como olvidar su sombrero o caminar en el agua, y que la gente le volviera a dar otro punto. La verdad es que tenía tal cantidad de puntos grises sobre él, que cualquiera se le acercaba y le añadía uno más sólo por gusto.

“Él merece montones de puntos”, comentaban la gente de madera, de acuerdo unos con otros. “Él no es buena persona de madera”, decían.

Después de un tiempo, Ponchinelo creyó lo que decían sus vecinos. “Yo no soy un buen wemmick”, decía. En poco tiempo, él salió a la calle y empezó a relacionarse con otros wemmicks que tenían un montón de puntos grises. Él se sintió mejor entre ellos.

Un día, él se encontró una wemmick que era diferente a cualquiera de las que siempre había conocido. No tenía puntos ni estrellas. Era puramente madera. Se llamaba Lucía. Esto no se debía a que sus vecinos no trataban de pegarle sus correspondientes etiquetas; sino a que las etiquetas no se pegaban a su madera.

Algunos wemmicks admiraban a Lucía por no tener puntos, de modo que corrían hacia ella y le daban una estrella. Pero la etiqueta no se pegaba. Otros no la tenían en cuenta al ver que ella no tenía estrellas, y le daban un punto. Pero tanto la estrella como el punto se despegaban.

“Yo quiero ser de esa madera”, pensó Ponchinelo. “No quiero marcas de nadie”. Así que le preguntó a la wemmick que no tenía etiquetas cómo ella había podido lograr tal cosa. -“Es muy fácil”, le contestó Lucía. “Todos los días voy a ver a Elí”.

-¿Elí?, preguntó Ponchinelo.
-“Sí, Elí. El artesano. Y me siento en el taller con él”.
-¿Por qué?, preguntó Ponchinelo.
–“Por qué no lo averiguas por ti mismo? Sube a la colina. Él está ahí” Y dicho esto la wemmick que no tenía etiquetas ni puntos dio la vuelta y se alejó dando salticos.
-“Pero, ¿querrá el artesano verme a mí?, le gritó Ponchinelo. Lucía no lo oyó.
Así que, Ponchinelo, regresó a casa. Se sentó cerca de la ventana y se puso a observar a la gente de madera cómo corrían de aquí para allá dándose estrellas o puntos unos a otros. - “Eso no es justo”, refunfuñó. Y decidió ir a ver a Elí.

Él se acercó al estrecho camino que iba a la cima de la colina y fue en dirección del taller grande. Al entrar allí, sus ojos se abrieron desmesuradamente ante las cosas que veía. El taburete era tan alto como él mismo. Tuvo que estirarse sobre la punta de sus pies para mirar la altura de la mesa de trabajo. Un martillo era tan largo como su brazo. Ponchinelo tragó saliva. “¡No voy a quedarme aquí!”, y se dio vuelta para salir.

Entonces oyó su nombre. -“¿Ponchinelo?”. La voz era fuerte y profunda.

Ponchinelo se detuvo.
–“¡Ponchinelo! ¡Qué bueno que has venido! Ven y déjame mirarte”. Ponchinelo se volvió lentamente y vio la gran barba del artesano.
-¿Tú sabes mi nombre?”, preguntó el wemmick.
– “Por supuesto que lo sé. Yo te hice a ti”.

Elí se inclinó, recogió del suelo a Ponchinelo y lo colocó sobre la mesa de trabajo. “Hum”, dijo el artesano pensativamente mientras miraba los puntos grises.

-“Parece que has recibido marcas malas”.
– “No significa eso, de verdad, yo me esforcé mucho por no recibirlas, Elí”.
– “Oh, no tienes que defender tus acciones ante mí, muchacho. Yo no me preocupo por lo que los demás wemmick piensan”.
-“¿No te importa?”
– “No, y tú no deberías hacerlo tampoco. ¿Quiénes son ellos para dar estrellas o puntos? Son wemmick exactamente como tú. Lo que ellos piensan no importa, Ponchinelo. Lo único importante es lo que yo pienso. Y yo pienso que tú eres muy especial”.

Ponchinelo sonrió. - “¿Especial, yo? ¿Por qué? No puedo caminar aprisa. No puedo saltar. Mi pintura está desconchada. ¿Por qué soy importante para ti?”
Elí contempló a Ponchinelo, puso sus manos sobre sus hombros y le dijo: -“Porque eres mío”. Esa es la razón de que seas importante para mí”.

Ponchinelo nunca había tenido a alguien que lo viera de esa forma _mucho menos su creador. No sabía qué responder.
- “Cada día he estado esperando que tu vinieras”, explicó Elí.
- “Vine porque me encontré con alguien que no tenía marcas”, dijo Ponchinelo.
- “Lo sé. Ella me habló de ti”
-“Por qué las etiquetas no se pegan sobre ella?”
-“Porque ella decidió que lo que Yo pienso es más importante que lo que ellos piensan.

Las etiquetas únicamente se pegan si tú permites que lo hagan”.
-“¿Qué?”
-“Las etiquetas sólo se pegan si son importantes para ti. Lo más importante es que confíes en mi amor, y dejes de preocuparte por sus etiquetas”.
-“No estoy seguro de haber comprendido”.

Elí sonrió. -“Lo vas a intentar: pero esto tomará tiempo. Tienes demasiadas marcas. Por ahora, sólo ven a verme todos los días y déjame recordarte cuanto te amo”.
Elí levantó a Ponchinelo de la mesa y lo puso en el suelo. Y cuando el wemmick salía por la puerta, le dijo:

-“Recuerda, tú eres especial porque yo te hice, y yo no cometo errores”.

Ponchinelo no se detuvo, pero en su corazón pensaba: “Eso explica por qué soy especial ante sus ojos”. Y al comprenderlo al fin, un feo punto gris cayó sobre la tierra.

Max Lucado.
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El Matrimonio sí importa

El matrimonio es algo más que una relación privada emocional. También representa un bien social. No todo el mundo puede o debe casarse ni todo niño educado fuera del matrimonio tiene por qué sufrir. El matrimonio tampoco es la panacea que resuelve nuestros problemas sociales pero…
 
Los niños de hoy tiene menos probabilidades de pasar su infancia en una familia nuclear, y para los hombres y las mujeres es más difícil casarse jóvenes y permanecer unidos que hace cincuenta años; en Colombia por ejemplo el “divorcio Express creció en un 254% en el primer semestre de 2007 comparado con ese mismo período de 2006. Así las cosas, reflexionar sobre matrimonio, hijos, familia y bienestar se convierte en necesario; las estadísticas de ese tipo abundan y lo que esta en juego tal y como aparece en la realidad, mucho más allá de entender cuál es el rumbo que están tomando las sociedades en occidente –si es que ¿acaso estamos pasando de la monogamia a una cultura de relaciones monosucesivas?-, es entender por fin que de la salud emocional de los más pequeños, quienes esperan que sean los adultos los que les enseñen el camino más próximo al acierto, dependen de la paz, la convivencia, la armonía y el bienestar , no ya de las comunidades, sino del planeta entero.

Éstos asuntos, que competen e inquietan a los hombres en todas las latitudes, han sido examinados a los largo de las tres últimas décadas por sociólogos, sicólogos y economistas de los Estados Unidos. Y aunque ningún estudio por sí solo ha sido concluyente, se ha reunido un conjunto abrumador de pruebas científicosociales que señalan que los niños tienen más posibilidades de prosperar cuando crecen en una familia unida y casada. Las investigaciones demuestran claramente que los niños dan importancia a la estructura familiar, y la estructura familiar que más los ayuda es aquella encabezada por dos padres biológicos que comparten un matrimonio poco conflictivo.

Desde el punto de vista de algunos expertos: “El matrimonio en Europa, y de hecho en occidente, no tiene futuro como la principal institución de afianzamiento de la vida adulta y como contexto ideal para la reproducción biológica y social de las generaciones futuras en el continente Europeo”. El presente artículo expone algunas de las conclusiones del Social Trends Institute -fundación dedicada al estudio de las ciencias sociales en los Estados Unidos en el sentido contrario, con la intención de equilibrar la balanza en un mundo en el que el peso informativo parece estar marcadamente inclinado a la desorientación, si tenemos en cuenta cómo crece la comercialización de la vida privada y los réditos más altos se producen en el orden de los escándalos íntimos, las rupturas de pareja, el abandono, la infidelidad y el maltrato.

Puesto que mirando la otra cara de la moneda se encuentran estudios que afirman que los matrimonios sanos y fuertes son indispensables para el bienestar social, económico y psicológico de las comunidades, de los adultos y, especial mente, de los niños, vale la pena examinar las consecuencias que acarrean en grandes y pequeños el monoparentalismo (educación de los hijos en manos de uno solo de sus progenitores) y la cohabitación (uniones de hecho).


MONOPARENTALISMO. ECO DE UNA REALIDAD
En el bogotano barrio Pablo VI y desde un negocio que vende minutos a celular, un joven de me¬nos de veinticinco años relata a su amiga confidente la noticia que X le dio la noche anterior; la joven con la que sale hace pocos meses esta en embarazo:"No me veo casado con ella y no se que hacer... ¡ni siquiera se en que ando!, ¿qué me paso?". En el resto de la conversación parecía seguro de que cada palabra suya era mas importante y seria que la anterior por la forma en que exponía sus argumentos, pero lo que del caso llama realmente la atención es como giraba en torno a un sujeto -él mismo-, que creía estar resolviendo su situación (o lo que es peor, una situación mas -cualquiera- en su vida) cuando en realidad resolvía la de una criatura; y, sin más, le imponía el estigma del monoparentalismo antes de llegar al mundo. Y, ¿que le espera a un menor que nace en estas condiciones?

• Llegar a ser un adulto con menos formación que aquellos que crecen en una familia estable con padre y madre.
• Los varones educados en familias monoparentales tienen más tendencia a caer en comportamientos delictivos.
• Mayor riesgo de fracaso escolar y de abuso de drogas y alcohol.
• Tener una peor situación profesional y más probabilidades de estar desocupados (es decir, sin empleo ni estudios en curso).
• Es mas probable que las hijas tengan un hijo fuera del matrimonio, que experimenten matrimonios mas problemáticos, un mayor numero de divorcios y presenten mas síntomas de depresión.


LA COHABITACIÓN. SEGUNDO ESCENARIO
Una encuesta realizada en países occidentales (con amplia representación europea) descubrió que en la mayoría de estos los hijos de padres en cohabitación tienen entre el doble y cuatro veces mas de probabilidades de ver como se separan sus padres que los hijos de parejas casadas en el momento de nacer ellos. Y añade que tal inestabilidad familiar no solo es perjudicial porque impide a los niños desarrollar y conservar vínculos afectivos estables, sino porque les pone en peligro:

• Estos pequeños suelen buscar atención y apoyo afectivo en adultos ajenos a la familia, lo que los hace más vulnerables a depredadores sexuales y a otros tipos de abuso físico.
• El cuidador principal esta a menudo distraído (por razones amorosas o de otro tipo) por la perdida de una pareja, la ruptura sentimental o la búsqueda de una nueva pareja.
• El riesgo de mortalidad de los niños en edad preescolar se multiplica por cincuenta cuando hablamos de niños educados en situación de cohabitación, principalmente por la exposición a la presencia de un hombre adulto ajeno a la familia.
• En comparación con los hijos de matrimonios, los niños de parejas de hecho tienen más tendencia a que los expulsen temporal o definitivamente del colegio, así como a tener un rendimiento escolar pobre y de tener dificultades en las relaciones con compañeros y profesores.

En Colombia, en cuanto a las uniones libres, el censo del DANE (2005) registró que 13.042 niños entre los 12 y los 14 años llevaban vida en pareja sin estar casados. Esta estadística, para jóvenes de 15 a 19 anos, era de 318.192.

Algunos especialistas en temas familiares han restado im¬portancia al creciente aumento de la natalidad fuera del matrimonio porque daban por hecho que las parejas en cohabitación ocuparían el lugar de las parejas casadas, ofreciendo un lugar estable y biparental a los niños. Pero una investigación sobre tendencias demográficas indica que tanto el aumento de la natalidad fuera del matrimonio como el del porcentaje de niños que nacen en uniones en cohabitación esta asociado con el aumento de casos en que las madres tienen que educar solas a sus hijos: "Quizá la única tendencia general en occidente sea que la educación de los niños está pasando de las manos de padres casados a las de madres solteras, más que a las de padres en cohabitación, familias reconstituidas o padres solteros".

Son muchas las causas del abandono del matrimonio, y algunos expertos consideran que las fuerzas culturales, económicas y políticas que se han aliado contra el matrimonio son tan poderosas que hacen de toda resistencia un esfuerzo vano. El matrimonio no es la panacea para todos nuestros males sociales. Sin embargo, el hecho de que la sociedad llegue o no a construir una cultura sana para el matrimonio tiene una clara relevancia pública. Es una cuestión de máxima importancia si queremos ayudar a los miembros más vulnerables de nuestra sociedad: los grupos más humildes, las minorías étnicas y los niños.

Maríapaulina Montoya Escobar
Coordinadora de Redacción
apuntesdefamilia@unisabana.edu.co