Pidiéndole a Dios


Un niño de 10 años estaba parado frente a una tienda de zapatos, descalzo, viendo a través de la ventana y temblando de frío.

Una señora se acercó al niño y le dijo: - “Mi pequeño amigo, ¿Qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?”.

- “Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos”. Fue la respuesta del niño.

La señora lo tomó de la mano y entraron a la tienda. Le pidió al empleado media docena de pares de calcetines para el niño.
Preguntó si podía darle un recipiente con agua y una toalla. El empleado le trajo lo que pidió. Ella llevó al niño a la parte trasera de la tienda y se los secó. Para entonces el empleado llegó con los calcetines. La señora le puso un par al niño y le compró un par de zapatos. Juntó el resto de los calcetines y se los dio al niño.

Le acarició la cabeza y le dijo: - “¡No hay duda mi pequeño amigo que te sientes más cómodo ahora!”. Cuando ella daba la vuelta para irse, el niño le agarró la mano y mirándola con lágrimas en los ojos, le preguntó:
- “¿Es usted la esposa de Dios?”.

Cada momento de nuestra vida es una oportunidad para ser imágenes vivas de Dios en medio de nuestros hermanos. Cada momento puede ser ocasión de tocar un alma para acercarla a Nuestro Señor y con un pequeño gesto cambiar una vida

¿DÓNDE ENCONTRAMOS LA PERFECCIÓN DE DIOS?



A veces buscamos manifestaciones externas de la perfección de Dios. Sin embargo la gran mayoría de veces olvidamos que ÉL también se manifiesta en cada uno de nosotros, si lo dejamos...

En una escuela para niños de lento aprendizaje se llevó a cabo una cena con sus Padres.
Una vez terminaron, los presentes pusieron atención a lo que uno de ellos iba a decir:

"¿Dónde está la perfección en mi hijo Diego? Todo lo que Dios hace está hecho a la perfección, pero mi hijo no puede entender cosas que otros comprenden, no puede recordar hechos y figuras que otros recuerdan ¿Dónde está la perfección de Dios?".

La audiencia quedó sorprendida ante esta pregunta viendo la cara angustiada del padre y murmurando entre ellos.

"Yo creo - contesto el papá - que cuando Dios brinda al mundo un niño así, la perfección de él es la forma de reaccionar de la gente ante estos niños".

Una tarde Diego y su padre caminaban en el parque donde unos niños jugaban béisbol. El pequeño preguntó: ¿Crees que me dejen jugar?, su padre sabía que su hijo no era un atleta y que los niños no lo querrían en su equipo, pero también entendió que había escogido jugar béisbol porque le daba una confortable idea de ser parte de un grupo de niños normales.

El padre llamó a los niños en el campo y preguntó si su hijo podía jugar. Un chico miró a sus compañeros de equipo, no obteniendo respuesta y tomó la resolución: " Nosotros estamos perdiendo por seis carreras y el juego esta en la octava entrada, creo que puede estar en nuestro equipo y trataremos de colocarlo al bat en la novena entrada".

El padre del niño estaba atónito ante la respuesta del niño; su hijo sonrió satisfactoriamente. Diego quería que lo pusieran en una base y así dejaría de jugar en corto tiempo justo al final de la octava entrada, pero los niños hicieron caso omiso. El juego se estaba poniendo bueno, el equipo de Diego anotó de nuevo, ahora estaba con dos outs y las bases llenas con los mejores jugadores de cada bando. Diego estaba preparado para empezar.

¿El equipo dejaría realmente que Diego fuera al bat y dejaría escapar la oportunidad de ganar el juego? Sorpresivamente, Diego tomó el bat. Todos pensaron que había terminado el juego por que no sabía ni siquiera cómo sujetarlo. De cualquier forma, cuando estaba parado en el plato, el pitcher se movió algunos pasos para lanzar la pelota suavemente para que pudiera al menos hacer contacto con ella. Venía el primer lanzamiento y Diego falló, uno de sus compañeros de equipo se acercó y juntos tomaron el bat, encararon al pitcher esperando el siguiente lanzamiento.

El pitcher volvió a dar unos pasos para lanzar suavemente la pelota; en ese momento Diego y su compañero tomaron el bat y juntos dieron un golpe lento a la pelota que regreso inmediatamente a manos del lanzador. Éste tomó la pelota y pudiendo fácilmente lanzarla a primera base para que terminara rápidamente el juego, la lanzó lo más lejos que pudo de la primera base. Todos empezaron a gritar: "¡Diego, corre a primera, corre a primera!" Nunca en su vida Diego había realizado esto.

Todos le señalaban cual era la primera base. Mientras él corría, uno de sus oponentes tenía la bola en sus manos , él podía lanzar la bola a la segunda base y dejarlo fuera, sin embargo entendió las intenciones del pitcher y lanzó la bola lo más alto y lejos de la almohadilla.

Todos gritaron: "¡corre a segunda, corre a segunda!" Lo hizo y los demás corredores le daban ánimos para que continuara. Cuando Diego tocó la segunda almohadilla, el opositor se detuvo, le mostró la dirección de la tercera y grito: "¡ve a tercera!" Conforme corría, los niños de los dos equipos estaban a su lado gritando a una sola voz: "¡corre a home!".

Lo hizo y paró justo en el plato donde los 18 niños lo alzaron en sus hombros y lo hicieron sentir un héroe, mientras sabía que había hecho una gran carrera y ganó el juego para su equipo.

"Aquel día - dijo el papá con lágrimas rodando por sus mejillas - aquellos 18 niños mostraron con un gran nivel la perfección de Dios".


¿Por qué rezamos el Rosario?


En su momento, el Papa Juan Pablo II dijo:
"El Rosario es mi oración preferida. Oración maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta oración repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María escuchó de boca del ángel y de su prima Isabel. A estas palabras se asocia toda la Iglesia. Se puede decir que el Rosario es, en cierto modo, una oración-comentario del último capítulo de la Constitución "Lumen Gentium" del Vaticano II, capítulo que trata de la admirable presencia de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Sobre el fondo de las palabras "Dios te salve, María", pasan ante los ojos del que las reza los principales episodios de la vida de Cristo, con sus misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, que nos hacen entrar en comunión con Cristo, podríamos decir, a través del corazón de su Madre. Nuestro corazón puede encerrar en estas decenas del Rosario todos los hechos que componen la vida de cada individuo, de cada familia, de cada nación, de la Iglesia y de la humanidad: los acontecimientos personales y los del prójimo y, de modo particular, de los que más queremos. Así, la sencilla oración del Rosario late al ritmo de la vida humana".

Seguramente nosotros tenemos otros motivos, le hablamos a la Madre de Dios con la confianza de un niño, le ponemos en su presencia nuestras necesidades, preocupaciones, proyectos, nuestras ilusiones, pero sobre todo le confiamos nuestras vidas. El Rezo del Rosario es precisamente eso, confiar y dejarle a ella lo que hay en lo más profundo del corazón. ¿Quieren más motivos? Les dejo este video,
espero les guste:
 

Las familias a Mí consagradas

“¡Qué consuelo me ha dado esta jornada pasada en la oración, en una sencilla y cordial fraternidad, en compañía de esta familia consagrada a Mí, y que por tanto me pertenece!

Ahora deseo daros mi palabra consoladora, para que os sirva de aliento en medio de las cotidianas dificultades de vuestra existencia. Yo os amo, estoy presente entre vosotros, os hablo y os conduzco porque sois los instrumentos de mi materno Querer. Yo miro con amor a las familias consagradas a Mí.

En estos tiempos, recojo a las familias y las introduzco en lo íntimo de mi Corazón Inmaculado, para que encuentren refugio y seguridad, aliento y defensa.
Del mismo modo que me agrada ser invocada Madre y Reina de mis Sacerdotes, así también, me complace ser invocada Madre y Reina de las familias consagradas a Mí.

Soy la Madre y Reina de las familias.
Vigilo por su vida, tomo a pecho sus problemas, me intereso no sólo del bien espiritual, sino también del bien material de todos los que la componen.
Cuando consagráis una familia a mi Corazón Inmaculado, es como si abrieseis la puerta de casa a vuestra Madre Celeste y la invitaseis a entrar, le dais lugar para que Ella pueda ejercer su función materna de una manera cada vez más intensa.

He aquí por qué deseo que todas las familias cristianas se consagren a mi Corazón Inmaculado. Pido que se me abran las puertas de todas las casas, para que pueda entrar y establecer mi materna morada entre vosotros.
Entonces, entro en ellas como vuestra Madre, habito con vosotros y participo en toda vuestra vida.

Ante todo me cuido de vuestra vida espiritual

Procuro llevar a las almas, que componen la familia a vivir siempre en Gracia de Dios. Donde Yo entro, sale el pecado; donde Yo moro están siempre presentes la Gracia y la Luz divinas; donde Yo habito, Conmigo habitan la pureza y la santidad.
He aquí por qué mi primera misión materna, es la de hacer vivir en Gracia a los componentes de una familia y de hacerla crecer en la vida de santidad, a través del ejercicio de todas las virtudes cristianas.

Y puesto que el Sacramento del Matrimonio os da una gracia particular para haceros crecer unidos, mi misión es la de cimentar profundamente la unidad de la familia, de llevar al marido y a la mujer a una cada vez más profunda y espiritual comunión, de perfeccionar su amor humano, hacerlo más perfecto, llevarlo dentro del Corazón de Jesús para que pueda asumir la nueva forma de una mayor perfección que se expresa en pura y sobrenatural Caridad.

Refuerzo cada vez más la unión en las familias, las llevo a una mayor y recíproca comprensión, las hago sentir las nuevas exigencias de una más delicada y profunda comunión. Conduzco a sus componentes por el camino de la santidad y de la alegría, que debe ser recorrido y construido juntos, para que puedan llegar a la perfección del amor y gozar así del precioso don de la paz. Así formo a las almas de mis hijos y, a través de la vida de la familia, las conduzco a la cima de la santidad.

Quiero entrar en las familias para haceros santos, para llevaros a la perfección del amor, para quedarme con vosotros, para hacer más fecunda y fuerte vuestra unidad familiar.

Después me cuido también del bienestar material de las familias a Mí consagradas.
El bien más precioso de una familia son los hijos. Los hijos son el signo de una particular predilección de Jesús y Mía.
Los hijos deben ser deseados, aceptados, cultivados como las piedras más preciosas del patrimonio familiar. Cuando entro en una familia, inmediatamente me cuido de los hijos, los hago también míos. Los tomo de la mano y los conduzco a recorrer la senda de la realización del plan de Dios, que desde la eternidad ha sido claramente trazado sobre cada uno de ellos; los amo, no los abandono jamás; se convierten en parte preciosa de mi propiedad materna.

Me cuido particularmente de vuestro trabajo.
No permito que jamás os falte la divina Providencia.
Tomo vuestras manos y las abro al plan que el Señor realiza cada día por medio de vuestra humana colaboración. Así como mi humilde, fiel y cotidiana acción materna en la pobre casita de Nazaret hacía posible el cumplimiento del designio del Padre, que se realizaba en el crecimiento humano del Hijo, llamado a cumplir la Obra de la Redención para vuestra salvación, así también os llamo a secundar el designio del Padre, que se realiza con vuestra humana colaboración y por medio de vuestro cotidiano trabajo. Vosotros debéis hacer vuestra parte como el Padre Celeste hace la suya.

Vuestra acción se debe unir a la de la divina Providencia para que el trabajo produzca su fruto en aquellos bienes, que son útiles al sostenimiento de vuestra vida, al enriquecimiento de la misma familia, de modo que sus componentes puedan gozar siempre del bienestar espiritual y material. Luego os llevo a realizar el designio de la Voluntad de Dios. Así vuelvo el trabajo espiritualmente más fecundo, porque lo convierto en fuente de méritos para vosotros y en ocasión de salvación para tantos pobres hijos míos perdidos. Entonces vuestra acción se une al amor, el trabajo a la oración, la fatiga a la ardiente sed de una cada vez mayor caridad.

Así con vuestra colaboración al Querer del Padre, componéis la obra maestra de su Providencia que, por medio de vosotros, se hace concreta y cotidiana.
No temáis: donde Yo entro, Conmigo entra la seguridad. No os faltará nunca nada. Hago más perfecta vuestra actividad. Purifico vuestro mismo trabajo.

Participo también en todas vuestras preocupaciones.
Sé que hoy son muchas las preocupaciones de una familia. Son vuestras y se hacen mías. Comparto con vosotros vuestros sufrimientos. Por esto en los tiempos tan difíciles de la actual purificación, estoy presente en las familias a Mí consagradas, como Madre preocupada y afligida, que realmente participa en todos vuestros sufrimientos.
Consolaos, pues. Éstos son mis tiempos. “Éstos”, es decir, los días que vivís son “míos” porque son tiempos señalados por una grande y fuerte presencia mía. Estos tiempos se harán tanto más “míos”, cuanto más se extienda y se haga más fuerte mi victoria, que ahora es de mi Adversario. Esta presencia mía se hará mucho más potente y extraordinaria, sobre todo, en las familias consagradas a mi Corazón Inmaculado. Será advertida por todos, y se convertirá para vosotros en fuente de una particular consolación. Avanzad, pues, en la confianza, en la esperanza, en el silencio, en vuestro trabajo cotidiano, en la oración, y en la humildad.

Avanzad cada vez más en la pureza y en la recta intención; avanzad Conmigo por el difícil camino de la paz del corazón, y de la paz en vuestras familias. Si camináis todos por la vía que os he trazado, si escucháis y practicáis cuanto hoy os he dicho, vuestras familias serán los primeros brotes de mi triunfo: pequeños, escondidos, silenciosos brotes, que ya despuntan en todas las partes de la tierra como si anticipasen la nueva era y los nuevos tiempos, que ya están a las puertas. A todos os animo y os bendigo.”

Mensaje dado por Nuestra Señora al Padre Stefano Gobbi en S. Quirino- Pordenone el 23 de julio de 1987 (Después del rezo del Santo Rosario)